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Nueva York, EE.UU.
Andy Murray se sentó en la sala de entrevistas del Abierto de Estados Unidos para una conferencia el sábado previo al torneo, y el moderador le informó al campeón del 2012 que podía quitarse su mascarilla.
A diferencia de los otros nueve jugadores que hablaron con la prensa el día anterior, Murray decidió dejarse el barbijo. Y a diferencia de casi la mitad de los hombres y mujeres que participarán en el último Grand Slam del año que inicia el lunes, Murray está vacunado contra el COVID-19.
Le gustaría que más jugadores estuvieran inmunizados. Y su actitud contrasta con lo que se vive en Flushing Meadows en lo que respecta a uno de los temas más polémicos en este momento, en que se incrementan los casos vinculados con la variante delta.
Por ejemplo, los jugadores y sus equipos no están obligados a vacunarse, pero los asistentes —que en algunos casos podrían estar tan cerca como para recibir un saludo— ahora deberán probar que tienen al menos una dosis.
Además, entre los jugadores hay algunos, como en el caso del número 1 del mundo Novak Djokovic, que han resaltado que la decisión de inmunizarse es personal. Y hay aquellos, como Murray, que explican que no sólo se trata de protegerse a uno mismo, sino de ayudar a otros.
“Siento que disfruto de una vida casi normal, mientras que con otros jugadores que no lo hicieron es diferente. Seguro van a estar frustrados al respecto. A fin de cuentas creo que la razón por la que todos nos estamos vacunando es para proteger a todo el público”, advirtió Murray. “Estoy feliz de estar vacunado. Espero que más jugadores elijan hacerlo en los próximos meses”.
Un portavoz de la ATP reconoció el sábado que poco más del 50% de los jugadores de la rama masculina están vacunados y la Gira “continúa recomendando enfáticamente a los jugadores que se vacunen”. Una portavoz de la WTA dijo que cerca de la mitad de las mujeres están vacunadas y que la Gira “cree firmemente y recomienda a todos que se vacunen”.
Hasta el miércoles, la Asociación de Tenis de los Estados Unidos indicó que los aficionados podrían ingresar al U.S. Open aunque no estuvieran vacunados. Pero a petición de la oficina del del alcalde de Nueva York, la USTA revirtió la posición el viernes y ahora será obligatorio para los aficionados de más de 12 años que ingresen al campo probar que cuentan con al menos una dosis.
Aquellos que interactúen con los jugadores deberán estar vacunados: trabajadores de la USTA, jueces, recogebolas, la prensa y algunos empleados de seguridad y de transporte.